Lecturas del
Miércoles de la XXVI semana del Tiempo Ordinario, año impar (Lec.
III-impar).
PRIMERA LECTURA Neh 2, 1-8
PRIMERA LECTURA Neh 2, 1-8
Si
le parece bien al rey, permítame ir a la ciudad de mis padres para
reconstruirla
Lectura del libro de Nehemías.
En el mes de nisán del
año veinte del rey Artajerjes, siendo yo el responsable del vino, lo
tomé y se lo serví al rey. Yo estaba muy triste en su presencia.
El rey me dijo:
«¿Por qué ese semblante tan triste? No estás enfermo, pero tu corazón parece estar afligido».
El rey me dijo:
«¿Por qué ese semblante tan triste? No estás enfermo, pero tu corazón parece estar afligido».
Entonces, con mucho miedo,
dije al rey:
«¡Larga vida al rey! ¿Cómo no ha de estar triste mi semblante, cuando la ciudad donde se encuentran las tumbas de mis padres está destruida y sus puertas han sido devoradas por el fuego?».
El rey me dijo:
“¿Qué quieres?».
Yo, encomendándome al Dios del cielo, le dije:
«Si le parece bien al rey y quiere contentar a su siervo, permítame ir a Judá, a la ciudad de las tumbas de mis padres, para reconstruirla».
El rey, que tenía a la reina sentada a su lado, me preguntó:
«¿Cuánto durará tu viaje y cuándo volverás?».
Yo le fijé un plazo que le pareció bien y me permitió marchar. Después dije al rey:
«Si le parece bien al rey, redácteme unas cartas para los gobernadores de Transeufratina, para que me dejen el paso libre hasta Judá, y una carta dirigida a Asaf, el guarda del parque real, para que me proporcione madera para construir las puertas de la ciudadela del templo, para la muralla de la ciudad y la casa donde voy a vivir».
El rey las mandó redactar, porque la mano de Dios me protegía.
«¡Larga vida al rey! ¿Cómo no ha de estar triste mi semblante, cuando la ciudad donde se encuentran las tumbas de mis padres está destruida y sus puertas han sido devoradas por el fuego?».
El rey me dijo:
“¿Qué quieres?».
Yo, encomendándome al Dios del cielo, le dije:
«Si le parece bien al rey y quiere contentar a su siervo, permítame ir a Judá, a la ciudad de las tumbas de mis padres, para reconstruirla».
El rey, que tenía a la reina sentada a su lado, me preguntó:
«¿Cuánto durará tu viaje y cuándo volverás?».
Yo le fijé un plazo que le pareció bien y me permitió marchar. Después dije al rey:
«Si le parece bien al rey, redácteme unas cartas para los gobernadores de Transeufratina, para que me dejen el paso libre hasta Judá, y una carta dirigida a Asaf, el guarda del parque real, para que me proporcione madera para construir las puertas de la ciudadela del templo, para la muralla de la ciudad y la casa donde voy a vivir».
El rey las mandó redactar, porque la mano de Dios me protegía.
Palabra de Dios.
R. Te
alabamos, Señor.
Salmo
responsorial Sal 136, 1-2. 3. 4-5. 6 (R.: 6ab)
R.
R.
Que se me pegue la lengua al paladar, si no me acuerdo de ti. | Adhæreat lingua mea fáucibus meis, si non memínero tui. |
V. Junto a
los canales de Babilonia
nos sentamos a llorar
con nostalgia de Sión;
en los sauces de sus orillas
colgábamos nuestras cítaras. R.
Que se me pegue la lengua al paladar, si no me acuerdo de ti. | Adhæreat lingua mea fáucibus meis, si non memínero tui. |
V. Allí
los que nos deportaron
nos invitaban a cantar;
nuestros opresores, a divertirlos:
«Cantadnos un cantar de Sión». R.
Que se me pegue la lengua al paladar, si no me acuerdo de ti. | Adhæreat lingua mea fáucibus meis, si non memínero tui. |
V. ¡Cómo
cantar un cántico del Señor
en tierra extranjera!
Si me olvido de ti, Jerusalén,
que se me paralice la mano derecha. R.
Que se me pegue la lengua al paladar, si no me acuerdo de ti. | Adhæreat lingua mea fáucibus meis, si non memínero tui. |
V. Que se
me pegue la lengua al paladar
si no me acuerdo de ti,
si no pongo a Jerusalén
en la cumbre de mis alegrías. R.
Que se me pegue la lengua al paladar, si no me acuerdo de ti. | Adhæreat lingua mea fáucibus meis, si non memínero tui. |
Aleluya Flp
3, 8-9
R. Aleluya,
aleluya, aleluya.
V. Por él lo perdí todo, y todo lo conidero basura con tal de ganar a Cristo y ser hallado en él. R. | Omnia detriméntum feci et árbitror ut stércora, ut Christum lucrifáciam et invéniar in illo. |
EVANGELIO
Lc 9, 57-62
Te seguiré
adondequiera que vayas
╬
Lectura del santo Evangelio según san Lucas.
R. Gloria
a ti, Señor.
En aquel tiempo, mientras
Jesús y sus discípulos iban de camino, le dijo uno:
«Te seguiré adondequiera que vayas».
Jesús le respondió:
«Las zorras tienen madrigueras, y los pájaros del cielo nidos, pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza».
«Te seguiré adondequiera que vayas».
Jesús le respondió:
«Las zorras tienen madrigueras, y los pájaros del cielo nidos, pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza».
A otro le dijo:
«Sígueme».
El respondió:
«Señor, déjame primero ir a enterrar a mi padre».
Le contestó:
«Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el reino de Dios».
Otro le dijo:
«Te seguiré, Señor. Pero déjame primero despedirme de los de mi casa».
Jesús le contestó:
«Nadie que pone la mano en el arado y mira hacia atrás vale para el reino de Dios».
«Sígueme».
El respondió:
«Señor, déjame primero ir a enterrar a mi padre».
Le contestó:
«Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el reino de Dios».
Otro le dijo:
«Te seguiré, Señor. Pero déjame primero despedirme de los de mi casa».
Jesús le contestó:
«Nadie que pone la mano en el arado y mira hacia atrás vale para el reino de Dios».
Palabra del Señor.
R.
Gloria a ti, Señor Jesús.
San Josemaría Escrivá, Es Cristo que pasa, 160.
No existe jamás razón suficiente para volver la cara atrás (cfr Lc 9, 62): el Señor está a nuestro lado. Hemos de ser fieles, leales, hacer frente a nuestras obligaciones, encontrando en Jesús el amor y el estímulo para comprender las equivocaciones de los demás y superar nuestros propios errores.
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